“Gracias Padre por los regalos que me has concedido”. -Así reza hoy. Y me propuse hacerlo. ¡Qué correoso me sentí, qué anquilosado!¡Qué falta de costumbre agradecer la Vida! ¡Qué peso, qué lastre la desesperanza que arrastro! ¡Qué resistencias a hacer el inventario de los dones que he sentido Suyos sin ningún género de duda! Tantos…-

Me puse obligado, pero no fue difícil. Gracias Padre por tus regalos… por la Vida que me diste y no acaba, a pesar del proyecto que idee para morir. Gracias por conocerme únicamente santo, por Tu sostenida confianza en mí que neutraliza mi locura. Gracias por no creerte mi huida, por seguir llamándome Hijo. Gracias por mi perfecta creación que garantiza mi paz y mi regreso a casa. Gracias por mis creaciones, por Tu paciencia, por Tu protección y sabiduría… y por una vez se me hizo corto el tiempo. “Y damos gracias de que a nuestra soledad haya venido un Amigo a traernos la Palabra salvadora de Dios. Gracias a ti por escucharla”.

Me dice que si no la escuchara no podría ser oída por muy poderosa que sea Su Voz, y comprendo la importancia, la necesidad de hacerlo y Su agradecimiento-. Gracias a ti que has oído, pues así te vuelves el mensajero que lleva la Voz de Él consigo y que la deja resonar por todo el mundo. Acepta hoy las gracias que Dios te da, al darle tú las gracias a Él”.

-Quince minutos en la mañana y en la noche los dedicare a aceptar su agradecimiento y a darle el mío-. Y comprenderás a Quién le das las gracias, y a Quién le da Él las gracias a ti. Esta santa media hora te será devuelta a razón de años por cada segundo”. -Y recordaré mi agradecimiento cada hora elevándome sobre la circunstancia que me ocupe-.  Hoy le sonreiré a todo aquel que vea y marcharé con paso ligero según sigo ade­lante a llevar a cabo mi cometido”.

Joseluis