“El perdón me ofrece todo lo que deseo”. -Y escucho una voz de descrédito en mi cabeza, todo, todo, todo… Pero al instante, en el silencio que le sigue, comprendo la certeza y despierta mi interés-. “¿Deseas una quietud que no pueda ser perturbada, una mansedumbre eternamente invulnerable, una profunda y permanente sensación de bienestar, así como un descanso tan perfecto que nada jamás pueda interrumpirlo?” -Sí, no estaría mal-. “Acaricia tu mente mientras duermes y reposa sobre tus párpados para que no tengas sueños de miedo, de maldad o de ataque. Y cuando despiertas de nuevo, te ofrece otro día de felicidad y de paz. El perdón te ofrece todo esto y más”.
Ya sólo quiero el perdón, aunque no sepa manejarme con él. “He aquí la respuesta perfecta, la que se da a toda pregunta imperfecta, a las súplicas sin sentido, a tu reticencia a escuchar, a tu poco esmero y a la confianza parcial que tienes” -Ya sólo quiero el perdón-. “El perdón es el medio por que el mundo feliz viene a ocupar el lugar del infierno”. –Ya sólo quiero el perdón. Suelto las advertencias que me hablan de la dificultad que debe suponer alcanzar semejante estado.
Dedicaré los quince minutos en la mañana y en la noche que se me pide. “Sumérgete en una sensación de felicidad al comienzo de la práctica, y hallarás la segura recompensa de preguntas que ya han sido contestadas, así como lo que tu aceptación de esas respuestas te brinda. Hoy se te concederá experimentar la paz que ofrece el perdón y la dicha que te proporciona el descorrimiento del velo”.
Sostendré esta sensación a lo largo del día, recordando: “El perdón me ofrece todo lo que quiero. Hoy he aceptado que esto es verdad. Hoy he recibido los regalos de Dios”. –Y lo sostendré cuando arrecie la tentación, y en los descansos-.
joseluis