“Mías son la dicha y paz de Dios”. -Tengo que avenirme a sostener esas palabras en mi mente pues me devuelven la cordura-. “Acéptalas hoy sabiendo que son tuyas” -Los regalos de Dios se multiplican al recibirlos, me recuerda, no entrañan pérdida en nadie. Me dice que necesito invertir mi concepto de dar, de modo que pueda recibir-. Pues dar se ha convertido en una fuente de temor, y, así, evitas emplear el único medio a través del cual puedes recibir”. -Sí, vivo en la insuficiencia-.

“Dar equivale a crear. Extiende lo que no tiene límites a lo ilimitado, la eternidad hasta la intemporalidad y el amor hasta sí mismo. Añade a todo lo que ya está completo, mas no en el sentido de añadir más, pues implicaría que antes era menos. Añade en el sentido de per­mitir que lo que no puede contenerse a sí mismo cumpla su come­tido de dar todo lo que tiene, asegurándose así de que lo poseerá para siempre”. -Parece muy duro para mí, pero más dura es la condición de insuficiencia y escasez de mi mundo. Quiero aprender esta nueva forma poniéndola en marcha-.

“Comienza al día pensando en aquellos hermanos a quienes les has negado la paz y la dicha a las que tienen derecho. Al negárselas fue que te las negaste a ti mismo. Y ahí tienes que volver para reivindicarlas como pro­pias. Piensa en tus ‘enemigos’ por un rato y dile a cada uno según cruce tu mente: Hermano, te ofrezco paz y dicha para que la paz y la dicha de Dios sean mías”. -Entonces podré decir-: “Mías son la dicha y paz de Dios” -pues he dado lo que quiero recibir-. Lo recordaré cada hora y cuando me lo permita la ocasión bendeciré a un hermano diciéndole: “Hermano, te ofrezco paz y dicha para que la paz y la dicha de Dios sean mías”.

Joseluis