“No soy un cuerpo. Soy libre. Pues aún soy tal como Dios me creó”. -De nuevo en la aventura gozosa de repetir esta frase y sentir con ella un latido nuevo de mi corazón. Mientras las desgrano, repasando y saboreando cada una de sus palabras, comprendo la profunda verdad que transportan y siento que estoy haciendo bien las cosas, perfectamente guiado y seguro del final que pretendo; la paz y la desaparición de tantas fantasías con las que convivo-. “No soy un cuerpo. Soy libre. Pues aún soy tal como Dios me creó”.

“Invoco el nombre de Dios y el mío propio”. -Repito, y me traslado a ese lugar de encuentro y seguridad junto a Él. Sólo con esta frase. No quiero enredar mi mente en buscar un nombre, y recuerdo las palabras del Hijo diciendo-; “Padre, Tu Nombre, al igual que el mío es Amor. Esa es la verdad”. -Ese nombre también sigue siendo incomprensible para mí, apenas una aproximación, tal vez equivocada, pero al citarlo, traigo al centro de mi vida Su presencia y la mía, y abre una onda gigantesca sobre charco de grasa en el que habito-. “El nombre de Dios es mi liberación de todo pensamiento de maldad y de pecado porque es mi nombre, así como el de Él”. -Comprendo-.

            “No soy un cuerpo. Soy libre. Pues aún soy tal como Dios me creó”. -Con cada uno de estos pensamientos me voy reconstruyendo. Y lo noto. Y me complazco en ello. Recuerdo haber leído-; “Cada uno de ellos encierra dentro de sí el programa de estudios en su totalidad, si se entiende, se practica, se acepta y se pone en práctica a todo lo que parece acontecer en el día”. -Será por eso que me gusta insistir- “No soy un cuerpo. Soy libre. Pues aún soy tal como Dios me creó”.

Joseluis