“Que no me olvide de mi función”. -Si mi función es perdonar, me estoy diciendo que no me olvide de perdonar, pero también la equipara a-: “No me dejes caer en la tentación”. Por tanto, mi tentación es no perdonar. Ahora lo comprendo y me reconozco en ello. El propósito del mundo que ves es nublar tu función de perdonar y proveerte de una justificación por haberte olvidado de ella”. -Nunca me lo habían puesto tan claro; el propósito del mundo es mantenerme distraído para no cumplir mi función-. “Todo lo que los ojos del cuerpo parecen ver es una forma de tentación, ya que ése fue el propósito del cuerpo”. Vivo en la tentación, me rodea.

Antes de que me agarre la depresión escucho: “Sólo desempeñando la función que Dios te dio podrás ser feliz. Esto se debe a que tu función es ser feliz valiéndote de los medios mediante los cuales la felicidad se vuelve inevitable. No hay otra manera. Por lo tanto, cada vez que eliges entre si desempeñar o no tu función, estás en realidad eligiendo entre ser feliz o no serlo”. Mi felicidad está en perdonar. ¡Quién lo diría!

Practico reflexionando con estos pensamientos “Que no me olvide de mi función. No dejes que trate de sustituir la que Dios me dio por la mía. Déjame perdonar y ser feliz”. Al menos 15 minutos, y durante todo el día debo tener la consigna presente, “Que no me olvide de mi función”. Con los ojos cerrados y al menos dos veces debo terminar abriéndolos y al contemplar lo que me rodee decir: “Éste es el mundo que es mi función salvar”. Haré mis deberes por la cuenta que me trae.

Joseluis